Herodes

1. Herodes el Grande, rey de los judíos en 40–4 a.C., nacido 73 a.C. Su padre Antípater, judío de origen idumeo, adquirió una posición de gran influencia en Judea después de la conquista romana, y fue designado procurador por Julio César en el 47 a.C. Él, a su vez, designó a su hijo Herodes prefecto militar de Galilea, quien demostró sus condiciones por el vigor con que suprimió el bandolerismo en dicha región; el gobernador romano de Siria quedó tan impresionado por su energía que lo designó prefecto militar de Celesiria. Después del asesinato de César, y la guerra civil que se desencadenó, Herodes disfrutó de la buena voluntad de Antonio. Cuando los partos invadieron Siria y Palestina, y colocaron en el trono de Judea al asmoneo Antígono (40–37 a.C.), el senado romano, aconsejado por Antonio y Octavio, dio a Herodes el título de "rey de los judíos". Le llevó tres años de luchas lograr hacer efectivo su título, pero cuando lo hizo gobernó Judea por 33 años como leal "amigo y aliado" de Roma.

Hasta el 31 a.C., y a pesar de la buena voluntad de Antonio, la posición de Herodes resultó precaria debido a los ardides de Cleopatra, que esperaba poder reunir a Judea y Celesiria bajo el reino tolemaico. Este peligro desapareció con la batalla de Accio, tras lo cual Herodes fue confirmado en su reino por Octavio (Augusto), el nuevo amo del mundo romano. Otra fuente de ansiedad para Herodes la constituía la familia de los asmoneos, que estaba resentida por haber sido desplazada del trono por una persona a la que consideraba advenediza. Aunque estableció vínculos con dicha familia al casarse con Mariamne, nieta del sumo sacerdote anterior, Hircano II, las sospechas de Herodes lo llevaron a librarse de los asmoneos uno por uno, incluyendo finalmente a su mujer Mariamne (29 a.C.).

Herodes pacificó los territorios en su frontera Noreste por encargo de Roma, y Augusto los agregó a su reino. Impulsó la política cultural del emperador mediante extravagantes proyectos edilicios, no sólo en su propio reino sino en ciudades extranjeras (por ejemplo Atenas). En su propio territorio reedificó Samaria, y la rebautizó con el nombre de Sebaste en honor del emperador (griego Sebastos = latín Augustus); reedificó la torre de Estratón en la costa mediterránea, la proveyó de un espléndido puerto artificial, y la denominó Cesarea, también en honor del emperador. En otras partes del territorio fundó otros pueblos y fuertes. En Jerusalén edificó para su propio uso un palacio en el muro occidental; ya había reedificado la fortaleza de Antonia (llamada así por Antonio) al Noroeste de la zona del templo. La mayor de sus empresas edilicias fue la reconstrucción del templo de Jerusalén, comenzada en el 19 a.C.

Nada de lo que Herodes pudiera hacer, ni siquiera la prodigalidad con que encaró la reconstrucción del templo, logró granjearle las simpatías de sus súbditos judíos. Su ascendencia edomita no fue olvidada nunca; el que fuera judío por religión, y reedificara el templo del Dios de Israel en Jerusalén, no le impidió levantar templos a deidades paganas en otras partes. Sobre todo, no le pudieron perdonar el hecho de haber exterminado a la familia de los asmoneos.

Esa acción drástica, en efecto, no sirvió para terminar con sus problemas domésticos. Había fricción entre sus propios parientes femeninos y sus mujeres, y entre los hijos de sus respectivas mujeres. Los dos hijos que tuvo con Mariamne, Alejandro y Aristóbulo, se criaron en Roma y eran sus herederos designados. Su ascendencia asmonea (por la madre) significaba que serían aceptados por el pueblo judío. Pero su posición privilegiada despertó la envidia de sus hermanastros, y especialmente la del hijo mayor de Herodes, Antípater, quien se propuso envenenar la mente de su padre a fin de que cambiara de opinión. Por fin (7 a.C.) fueron acusados de complotar contra su padre y ejecutados. Antípater no sacó partido alguno de estas muertes, porque tres años más tarde él mismo fue víctima de las sospechas de Herodes, y fue ejecutado pocos días antes de la muerte del mismo Herodes (4 a.C.).

La tendencia de Herodes a sospechar se ve claramente en el relato de la visita de los magos y el exterminio de los niños de Belén (Mt. 2); aun cuando dicha historia no aparece en ninguna otra parte, cualquier rumor sobre un rey rival indudablemente habría de despertar sus peores temores. Esta tendencia suya adquirió finalmente proporciones enfermizas, y en consecuencia Herodes es recordado más por sus arrebatos asesinos que por su habilidad administrativa.

En su testamento legó su reino a tres de sus hijos: Judea y Samaria a Arquelao (Mt. 2.22), Galilea y Perea a Antipas, y los territorios del Norestea Felipe (Lc. 3.1). Dichos legados fueron ratificados por Augusto.

2. Arquelao ("Herodes el etnarca" en sus monedas). Reinó en Judea "en lugar de Herodes su padre" (Mt. 2.22) del 4 a.C. al 6 d.C., pero sin el título de rey. Era el hijo mayor de Herodes y de su mujer samaritana Maltace, y, de los hijos de Herodes, es el que tiene peor reputación. Ofendió las susceptibilidades religiosas de los judíos al casarse con Glafira, la viuda de su hermanastro Alejandro. Continuó la política edilicia de su padre, pero su gobierno represivo se hizo intolerable; una delegación de la aristocracia de Judea y Samaria viajó por fin a Roma a advertir a Augusto de que, a menos que Arquelao fuese destituido, habría una revolución en gran escala. Por consiguiente, Arquelao fue depuesto y desterrado, y Judea se convirtió en provincia romana, administrada por prefectos designados por el emperador.

3. "Herodes el tetrarca" (Lc. 3.19), que llevaba el nombre distintivo de Antipas. Era el hijo menor de Herodes y Maltace, y heredó las porciones del reino de su padre correspondientes a Galilea y Perea. En los evangelios ocupa un lugar prominente, principalmente por su participación en el encarcelamiento y la ejecución de Juan el Bautista (Mr. 6.14–28), y por su breve encuentro con Jesús cuando éste le fue enviado por Pilato para ser juzgado (Lc. 23.7ss). El relato dice que Jesús lo describió una vez como "aquella zorra" (Lc. 13.31s). Era el más capaz de los hijos de Herodes, y un gran edificador, como su padre; la ciudad de Tiberias en el lago de Galilea fue edificada por él (22 d.C.), y le dio ese nombre en honor al emperador Tiberio. Se casó con la hija del rey nabateo Aretas IV, pero se divorció de ella con el fin de casarse con Herodías, la mujer de su medio hermano Herodes Felipe. Según los evangelios sinópticos, Juan el Bautista atrajo sobre si la ira de Antipas porque denunció su segundo matrimonio como ilegal; dice Josefo que Antipas temía que la gran multitud de pueblo que seguía a Juan pudiera transformarse en una revuelta. Naturalmente que Aretas se resintió ante el insulto que significaba para su hermana, y aprovechó la oportunidad pocos años después para hacerle guerra a Antipas (36 d.C.). Las fuerzas de Antipas sufrieron una seria derrota, y Josefo dice que mucha gente consideraba que la derrota era la retribución divina por la muerte de Juan el Bautista. En el 39 d.C. Antipas fue denunciado ante el emperador Cayo por su sobrino Agripa como conspirador; fue depuesto de su tetrarquía y terminó sus días en el exilio.

4. "El rey Herodes" (Hch. 12.1), conocido por el nombre de Agripa. Era hijo de Aristóbulo y nieto de Herodes el Grande. Después de la ejecución de su padre en el 7 a.C., se crió en Roma, en íntima asociación con la familia imperial. En el 23 d.C. estaba tan endeudado que tuvo que abandonar Roma. Por un tiempo recibió casa y comida en Tiberias de su tío Antipas, gracias a su hermana Herodías, con la que Antipas se había casado poco antes. Pero se peleó con Antipas y en el 36 d.C. volvió a Roma. Allí ofendió al emperador Tiberio y fue encarcelado, pero al morir Tiberio al año siguiente fue liberado por el nuevo emperador Cayo (Calígula), de quien recibió el título de rey, con territorios al Noreste de Palestina como reino. Cuando Antipas fue desterrado en el 39 d.C., Galilea y Perea fueron agregadas al reino de Agripa. Cuando Claudio llegó a emperador en el año 41 d.C. aumentó todavía más el reino de Agripa al darle Judea y Samaria, de modo que Agripa gobernaba en un reino aproximadamente igual en extensión al que había tenido su abuelo. Se granjeó la buena voluntad de sus súbditos judíos, quienes veían en él a un descendiente de los asmoneos (a través de su abuela Mariamne) y en consecuencia lo aprobaron. Su ataque contra los apóstoles (Hch. 12.2s) quizá tuvo mejor acogida popular de lo que hubiera ocurrido en épocas anteriores, como consecuencia de la reciente fraternización de estos con los gentiles (Hch. 10.1–11.18). Su muerte repentina, a la edad de 54 años (44 d.C.), se registra por Lucas (Hch. 12.20) y Josefo, de modo tal que los dos relatos se complementan y se clarifican mutuamente. Dejó un hijo, Agripa y dos hijas: Berenice (nacida en el 28 d.C.), mencionada en Hch. 25.13ss, y Drusila (nacida en 38 d.C.), que vino a ser la tercera esposa del procurador Félix (Hch. 24.24).

5. Agripa, hijo de Herodes Agripa, nacido en 27 d.C. Se lo juzgó demasiado joven para suceder a su padre en el reino. Más tarde, sin embargo, recibió de Claudio el título de rey, con territorios al Norte y al Noreste de Palestina, que fueron aumentados por Nerón en el año 56 d.C. Cambió el nombre de su capital de Cesarea de Filipo a Neronías, en homenaje a Nerón el emperador. Desde el 48 al 66 d.C. gozó de la prerrogativa de designar a los sumos sacerdotes judíos. Hizo todo lo que pudo para impedir que estallara la guerra judaica contra Roma en el año 66 d.C.; cuando sus esfuerzos resultaron inútiles permaneció leal a Roma, y fue recompensado con un nuevo aumento de su reino. Murió sin hijos alrededor del 100 d.C. Para los lectores del NT es más conocido por su encuentro con Pablo (Hch. 25.13–26.32), a quien acusó, en son de broma, de tratar de hacerlo cristiano (Hch. 26.28).